miércoles, 18 de mayo de 2011

Somos insaciables,
nos encarcelamos mano a mano, nosotros mismos. 
Cerramos aún nuestros ojos para no ver 
para no sentir el viento helándonos paso a paso. 
Por miedo a caer olvidamos que apagar la luz significa dejar de mirar aquel espejo. 

Los dedos entumecidos replican a la angustia.
La oscuridad en la que vivimos.
Rasgar el vidrio que nos separa no nos garantiza que lo que halla más allá, sea verdadero. 
¿Será la verdad... bella? 
Entonces nos limitamos a llorar por lo que ha sido.
Y otra vez me cuestiono porque tantas ansias de cambiar...
¿Es que el ser humano no se conforma con ser lo que es, (me incluyo)?
Hay una parte del alma, tatuada, que nunca cambia.

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