Despegaba los pies del suelo casi como el rocío cae en la mañana,
su canción
su piel
sus ojos tristes.
Y la sonrisa escondida en la ternura de su alma.
Tarareaba, vivía en el barrio de Almagro y allá donde el gentío te oculta,
yo no podía parar de encontrarlo.
Ocultaba algún vicio; en sus sienes
su preocupación
sus sueños
sus ojos tristes.
Aceleraba el paso y con él su corazón,
acariciaban cada una de mis luces, cada una de mis sombras.
Lo tenía a centímetros, tan transparente
sus besos y sus ojos tristes.
De vez en cuando, se escapaba de mis manos
pero sus lágrimas jamás estropeaban aquellos ojos.
Jamás perdían
su canción
sus sueños.
El chico de los ojos tristes era mío.
Mío en la expresión más egoísta existente, pero mío en mi mayor esplendor.
Mío en mi sonrisa y en mi renacer.
Mío su paso, su preocupación, sus besos
pero nunca sus ojos.
Sus ojos tristes.
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