jueves, 28 de julio de 2011

"Plegaria para un niño dormido"

Acostumbro sentarme como un viejo en mi reposera, y miro el atardecer. Tan solo lo miro, o el atardecer me mira. Con sus ojos inmensos, me espía en sus sombras más oscuras enamorándome, invadiéndolo todo. Allí cuando llega la noche y el cielo es negro, sé que mi atardecer duerme. Me levanto, cierro la puerta y abro mi ventana. Desde chico me fascina el poder descubrir una estrella seguido de otra y otra y otra más. Luces. Para todos. Para mí. Y me miran. ¿Quién las envía? ¿Por qué vienen? 
A ella le pido que cante, suave, y nuestras voces se unen casi mágicamente en sílabas como 
 "Se ríe el niño dormido, quizás se sienta gorrión esta vez.
Jugueteando inquieto en los jardines de un lugar, que jamás despierto encontrará." 
Y casi titilantes puedo imaginar millares de estrellas al cerrar mis ojos. Suelo pensar que cada noche, estrella a estrella susurran al viento que se calme y se asoman a escuchar. Tan solo no puedo explicarme el por qué de su brillo; pícaro desconocido quien tomó el atrevimiento de cobrar entrada :
"Sin luz no hay espectáculo".
Quiza sea estúpido y absurdo. A mi me gusta soñar.

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