Es recuerdo de tu sonrisa intacta, y tu ojos juguetones a todo momento, la infancia que llevamos juntos. El amor de crear una amistad más allá de las burlas inocentes que en recreos triunfaban y se dejaban llevar. La ternura de tener miedo tan solo al acercarnos y refutar todo como si fuera un juego del cual seguimos un par de reglas y a la vez, rompemos muchas más. Y el crecer más que nada tomados de la mano. El pensar en el otro y el aterrar a todo sueño que quiera interponerse. El desvelarse a lo que no conocemos. El aprender el uno del otro. El terminar todo con un abrazo y un "para siempre" grabado en cada esquina. Un final inconcluso y abierto, pero sin duda, feliz.
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